¿Por qué elegí ser M. J. Fénix?
La efervescente crisis de la adolescencia, de mis compañeros aunada a la
disidencia que tenían para con las normas establecidas, aumentaban su animadversión hacia a mí (una chica que amaba ser tímida y bien portada), así como la envidia de otros, me generaron una gran capa de teflón, el cual repele la basura (críticas, burlas, etcétera; de otros). No obstante, mi verdadero
resurgimiento, el más arduo y trascendental, aconteció hace más de tres
años, tras un encuentro con la oscuridad encarnada en un narcisista.
Este individuo, convencido de su derecho al estrellato, me imploró que
lo rescatara de su propio lodo existencial/laboral. Con la ingenuidad de un
alma caritativa, extendí mi mano para auxiliarlo, solo para ser
arrastrada a su pantanoso abismo.
Siempre he tenido los
medios para llevar al éxito a los artistas, pero para ello, deben
superar algunos obstáculos que le pongo, haciéndome pasar por alguien
que no tiene esas posibilidades. Ya que me demuestran que están
dispuestos a generar su éxito desde cero, respetando reglas estrictas,
pero sobre todo siendo disciplinados, entonces sí obtienen lo que
quieren: éxito y fama (al grado que ellos quieren y su talento se los
permite). Como con este sujeto no cedí, porque noté que me mentía y que
hacía
las cosas a mis espaldas, entonces mi decisión fue no darle ese
«empujón». Me retiré de su entorno y eso hizo que él generara historias
que solo su loca cabecita puede creer (y los ilusos que le creen y no
saben lo que ha contado de ellos, pero que quizás puedan identificar su
anécdota en
alguna de mis novelas… Uno nunca sabe).
Mi elección del símbolo
del Fénix no se basa en la mitología pagana, sino en la resurrección de
Jesucristo, el único que verdaderamente ha vencido a la muerte. Si para
los escépticos la resurrección de Cristo es un mito, entonces el Fénix
también lo sería, solo que cada quien decide en qué creer y es mi
libertad de credo la que respalda lo que digo. Máxime, porque para mí,
la realidad de la fe cristiana trasciende cualquier alegoría. Algunos eligieron de mote "Fénix" porque siempre notaron mi forma de resurgir de todos esos acontecimientos difíciles. Otros más osados me decían "María Fénix", pero yo hice que se entreverara el more con mis iniciales, porque por años no me gustó el nombre "María", ahora lo amo. De
las llamas de esa experiencia, he renacido por cuarta vez. Las
anteriores pruebas fueron dolorosas, pero la última, la del narcisista,
ha sido la más lacerante y educativa. Tuve que disimular mi repulsión, soportar
insultos, golpes "accidentales" y humillaciones, hasta que, en el momento oportuno, me
liberé de sus garras, dejándolo sumido en la ciénaga de su propia
creación.
M. J., es evidente que lo elegí por las
iniciales de mi nombre de pila; Fénix, como ya lo dije antes, por mi
"resurrección". Una simpleza que, para muchos, podría parecer una hazaña
extraordinaria por pensar que, al decir que es por Jesucristo, me estoy
poniendo a su nivel, pero para nada, más bien es por la fuerza que él le
da a quien lo sigue.
En cuanto a mis experiencias vividas, por crueles que hayan
sido,
palidecen ante la magnitud de mi último resurgimiento. Quizás no sea
inmortal, ni pueda experimentar una resurrección física, pero sí he
renacido con renovada fuerza y convicción de manera mental y laboral.
A todos
aquellos que alguna vez intentaron borrarme del mapa, contribuyeron a
mi
transformación, por eso les dejo mi más sincera gratitud. Gracias a
ellos, aprendí a resurgir de mis cenizas, a volar con ímpetu y
serenidad,
hasta alcanzar el éxito que me estaba reservado. Ídem, a
convertir la adversidad en impulso, la amargura en fortaleza, la soledad
en una gran amiga, y la
oscuridad en luz.
Mi viaje continúa, gracias a Dios, con la certeza de
que, como el
Fénix, siempre podré renacer de mis propias cenizas, mientras vaya
escoltada por Yavé.
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