Mi Asperger, mi superpoder
A los 37 años, la vida me ha presentado un regalo inesperado: la comprensión de mi propio ser. No se trata de un cumpleaños o un aniversario, sino de un descubrimiento profundo, un entendimiento que ha iluminado mi camino con una claridad asombrosa. He descubierto que soy Asperger. Todo comenzó veinte días antes de mi cumpleaños y lo confirmé días después de mi cumpleaños.
Este hallazgo no ha sido un golpe de suerte, sino el resultado de un largo viaje de introspección. Durante años, he navegado por la vida con una sensación de extrañeza, de no encajar en el molde social preestablecido. Me he sentido como un rompecabezas incompleto, con piezas que no parecían coincidir con las de los demás. Fui con un psiquiatra (que me medicó con Aropax) y dos psicólogas, pero ningún diagnóstico me dejaba satisfecha.
En estos momentos sigo recordando a esa chica de mi salón (en la secundaria) que me tachaba de "antipática " . Otros que me decían parlanchina y es que lo soy cuando entro en confianza. Empero había algunos más que me estimaban como sumamente "huraña". Sus palabras, en aquel entonces, me hicieron decidir aislarme. Ahora, con la perspectiva que me da el tiempo y el autoconocimiento, entiendo que sus juicios se basaban en la ignorancia, en la falta de comprensión de la neurodiversidad. Es normal que los neurotípicos gocen vituperando a los que son diferentes a ellos.
Deseo, con todo mi corazón, que la compañera, ahora psicóloga, haya evolucionado y que sus acciones se guíen por la empatía y la inclusión, no por la discriminación o la incomprensión.
Recientemente, he tenido la oportunidad de estar en charlas sobre el espectro autista. Cada palabra, cada experiencia compartida, ha resonado en mi alma. Es como si finalmente hubiera encontrado mi tribu, un grupo de personas que comprenden mi forma de ser, mis fortalezas y mis desafíos. Al escuchar sus historias, he sentido una profunda emoción, una mezcla de alivio y alegría que me ha llevado a las lágrimas.
Encontrar mi lugar en el espectro autista ha sido un regalo invaluable. Es como si me hubieran entregado el mapa que siempre había estado buscando, un mapa que me permite comprender mi propio funcionamiento interno, mis patrones de pensamiento y mis formas de interactuar con el mundo.
Ahora, con este nuevo entendimiento, puedo abrazar mi neurodiversidad, celebrarla como un sello distintivo de mi identidad. Ya no me siento como una pieza suelta, sino como un elemento único, valioso y esencial en el tejido de la sociedad. Sé que Dios me ha obsequiado mi Asperger. Si me dieran a elegir: prefiero mil veces mi síndrome, que ser neurotípica.
"Encontrar tu lugar en el espectro no es perderte, es encontrarte a ti mismo".
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